martes, 27 de septiembre de 2011

“II Cata de vinos Casino de Los Barrios”

La “II Cata de vinos Casino de Los Barrios”, celebrada el pasado 23 de septiembre, reunió a muchas personas deseosas de descubrir el fascinante mundo del vino, y creo que se consiguió. Acudieron alrededor de 40 personas, entre ellas algunas dedicadas al sector, en un salón amplio y acogedor, ideal para la práctica de este ejercicio. La cata fue dirigida por Juan Antonio Collado de la vinoteca Bodegas Collado.


Juan Antonio Collado de la vinoteca Bodegas Collado.


Fueron cinco los vinos elegidos, siguiendo este orden:
·         Otazu Rosado 2010 de Bodegas Otazu. 100% merlot del “Pago de Otazu” de Navarra.
·         Atrium Chardonnay 2010 de Bodegas Miguel Torres, del Penedés. 100% chardonnay fermentado 5 meses en barricas nuevas europeas.
·         Finca La Estacada 2008 12 meses barrica. Tempranillo y otras. De Bodegas Finca La Estacada, de la Tierra de Castilla la Mancha.
·         La Casilla 2009 de Bodegas y Viñedos Ponce de la D.O. Manchuela. 100% bobal criada durante 11 meses en barrica francesa.
·         Mauro 2008 de Bodegas Mauro. V.T de Castilla y León. 90% tempranillo y 10% syrah criados durante 14 meses en barrica.
Fue una cata amena y divertida, o mejor dicho, fue una cata-maridaje, intercalando platos entre los vinos, con comentarios y opiniones diversas sobre los vinos expuestos, y algún que otro debate como la decisión de utilizar corchos sintéticos en algunos vinos, gustos por la barrica francesa o americana, las indicaciones geográficas de algunos vinos, etc.; todo en un ambiente cómodo y amigable.

 De los cinco vinos, dos fueron los triunfadores de la noche: Mauro´08 y La Casilla´10. El vino de Mariano García, por su equilibrio, elegancia y complejidad; y este descubrimiento de la D.O. Manchuela por la calidad de su bobal, espectacular.
La variedad bobal es típica de la D.O. Manchuela y de Utiel-Requena. Es resistente a la sequía y al oídio, pero sensible al mildiu. El tamaño del grano es medio-grande, con un hollejo duro y grueso, con alta calidad de sus taninos y antocianos, por lo que son de gran potencial para vinos de guarda, obteniendo vinos con gran cuerpo, estructura y de acidez alta. Esta variedad mediterránea estaba dedicada casi exclusivamente a vinos rosados y tintos jóvenes, pero con las nuevas técnicas que extraen todo su potencial, está siendo una auténtica revolución en el levante español.

Este vino de Bodegas y Viñedos Ponce, madurado durante 11 meses en barrica francesa, se nos muestra con un intenso y limpio color rojo picota de capa alta, rodeado por un ribete violáceo.
La nariz es intensa, perfumada, potente y expresiva, con aromas de fruta negra en sazón en primer plano, especies (pimienta negra), tostados y nítidos matices a tierra húmeda al final.
En boca es potente, todo fruta, con gran equilibrio y acidez, taninos marcados de calidad, un poco astringente y de gran persistencia. En la retronasal, encontramos acompañando a la fruta negra, suaves cremas lácticas y aromas minerales, posiblemente de sus viñedos viejos (de 35 a 60 años) de su terruño.
Un vino que expresa con gran dedicación la calidad de su terroir, a través de una bobal excelentemente trabajada con unas técnicas artesanales que sacan todo su potencial. A su gran calidad, hay que sumarle su bajísimo precio, alrededor de los 12€, así que, debemos de incluirlo en el saco de los vinos con una excelente r.c.p.


De izq. a der. : Juan A. Collado, Juan Manuel Figuereo (yo),
Jose Augusto (Novena Provincia) y José Miguel García Prados.
Después de la cata, los que nos quedamos “con ganas de más”, organizamos una post-cata, entre amigos del facebook que se volvían a encontrar y otros que nos veíamos por primera vez, compartiendo excelentes y riquísimos vinos, pero eso es otra historia…
Quiero dedicar esta entrada a cuatro nuevos grandes amigos, a los cuales he conocido gracias al vino, razón que nos une a todos. Son: Novena Provincia, Jose Miguel, Guillermo y Rafael De la Cruz (gracias por tus fotos). Un fuerte abrazo a los cuatro y ¡¡salud!!


martes, 20 de septiembre de 2011

Amontillado EL CARRETERO, de Chiclana

Charlando con unos amigos tomando unos vinos, quise volver a mi pasado, rebuscar entre mis recuerdos, ser consciente de cuándo fue la primera vez que disfruté del sabor del vino, de sus aromas, del alcohol acariciando mi garganta. Estos recuerdos me trasladan a tiempos de inocencia, en los que sólo pensábamos en jugar, pero también en descubrir y conocer cosas nuevas y, a veces, prohibidas. Yo era un niño. Fue en una bodega situada en Chiclana de la Frontera, localidad de la provincia de Cádiz, con una larga historia y tradición vitivinícola, y más concretamente en Bodegas “El Carretero”. Por aquellos años esta bodega estaba de moda, en primera línea de los lugares gastronómicos con encanto de toda la provincia. Acudían jóvenes y no tan jóvenes a deleitarse con sus ricos caldos provenientes de sus añejas botas, principalmente finos, olorosos y moscateles, acompañando a los más ricos manjares autóctonos como son las chacinas y olivas. Y hoy, veinte años después las cosas han cambiado, ya no es el sitio de moda, pero la bodega ha sobrevivido y se ha adaptado al duro presente mirando al futuro.

Desde su fundación allá por el año 1857, donde alternaba las labores vitivinícolas con la construcción de carretas (de ahí le viene el nombre), esta empresa familiar siempre ha estado innovándose a lo largo de su historia. Aparte de la venta de vinos, organiza banquetes y comidas en su restaurante-bodega con
 numerosas botas regidas por el sistema tradicional de soleras, junto a un servicio de tapas y raciones de calidad en donde el comensal puede degustar sus excelentes caldos acompañados de la gastronomía local. También desarrollan diferentes actos culturales como presentaciones de productos, contemplaciones de obras de arte, conferencias, catas, cursos de formación, etc.
Su vino más representativo y reclamado siempre ha sido el moscatel dorado. Recuerdo mis visitas a la bodega, con multitud de personas ansiosas por pedir al tabernero una copa de ese “oro”, goloso y perfumado pero a la vez fresco, durante las frías noches de invierno. Pero en mi última visita hace unos días, me llamó la atención una botella de amontillado, ¿un amontillado chiclanero? Pues sí, aparte de los mencionados fino, oloroso y moscatel, en Chiclana también se hacen buenos amontillados. Y la escogí porque además de ser un amontillado de Chiclana, soy un adepto y admirador del que es para mí uno de los más complejos vinos del mundo. Lo considero el rey de los vinos generosos, con una enorme personalidad y de los que yo llamo de “meditación”. Estos vinos sufren dos tipos de crianza, una primera biológica bajo “velo flor” y otra oxidativa, siendo de una complejidad única.

La botella, totalmente transparente, nos deja ver su precioso y oxidado color y las típicas veladuras de un vino que no ha sido filtrado, es decir, el vino se trasiega (se llena) directamente de la bota a la botella llevando consigo los sedimentos de su estancia en éste, fruto de una elaboración totalmente artesanal. Para apreciar con entereza todas sus virtudes, es recomendable tomarlos entre 10 y 12 grados de temperatura, y acompañando a cualquier aperitivo salado como almendras, aceitunas o chicharrones de Chiclana, aunque personalmente me encanta disfrutarlo con una tapita de mojama, ¡un excelente maridaje por contraposición!
Este amontillado de tierras chiclaneras tiene un buen r.c.p. con poco más de 5€ en bodega. Elaborado con la variedad palomino fino chiclanero y envejecido en una pequeña solera de 27 botas de roble americano, se nos presenta con 17% de alcohol y una etiqueta sencilla y tradicional, como el líquido que lleva en su interior.

En la copa (catavinos, en este caso) apreciamos un bonito color oro viejo con una herradura ámbar, de apariencia un poco turbia al principio debido a su elaboración artesanal, denso y consistente con una lágrima no muy gruesa pero lenta (equilibrio entre azúcares y alcohol alto).
Nariz intensamente agradable y algo golosa, potente, con aromas de nueces amieladas y alguna almendra amarga, flores marchitas, fruta escarchada, licor de dátiles, todo sobre un fondo de pastelería de cremas.
Boca agradable, algo punzante pero no muy seca para ser amontillado, sabrosa, potente en su justa medida, larga con matices de solera (madera de ebanistería) y con una persistencia increíble, propia de estos vinos.
Con la cata de este vino, me atrevo a decir que lo encuentro con más cuerpo o estructura que un amontillado del Puerto de Sta. María o de Sanlúcar de Barrameda, pero un poco más delgado que muchos de Jerez, aunque estoy generalizando. Esto puede ser debido a las condiciones climáticas de la zona en dónde se realiza la crianza oxidativa, debido principalmente a la influencia moderadora del mar (relación entre temperatura y humedad). Aunque en este aspecto, todo es cuestión de opiniones.
En cuanto a la puntuación que le puedo dar a este vino, debido a mi debilidad por ellos, le colocaría un 99 o un 100, pero midiéndolo entre ellos, le doy 90 puntos. No está nada mal, para un vino sin ningún organismo de regulación.


De momento no existe ninguna denominación de origen “Vinos de Chiclana”, pero tomando en cuenta su historia y tradición, y la calidad de algunos de sus vinos, algún día se conseguirá gracias al buen trabajo de muchas de las bodegas de esta ciudad. De momento, muchas de estas, se contentan con estar amparadas por la reconocida “Ruta del Vino y Brandy del Marco de Jerez” y al menos tener un sitio dónde el forastero pueda ubicarlas y darles un valor adicional. Como dice un dicho popular: “Todo se andará… que la calle es larga”.
¡¡Hasta pronto amigos!!

martes, 13 de septiembre de 2011

MARTÚE 2008, melodía para los sentidos.




Estupendo vino, que toma como base de elaboración la antigua práctica francesa de mezclar vinos monovarietales para dar como resultado un caldo de más calidad, llamada coupage o assemblage, consiguiendo el equilibrio y la complejidad necesarios para conseguir un gran vino. El coupage es la mezcla de vinos, de la misma o diferente cosecha o variedad de uva, con el fin de unificar y complementar las cualidades del vino resultante. Se puede decir, que sigue la filosofía de los grandes Châteaux bordeleses, de mezclar la cabernet sauvignon y la merlot con otras variedades, a excepción del mítico Petrús, 100% de merlot. Esta fórmula requiere de la experiencia del enólogo, respetando el carácter y la filosofía que quiere imponer en su vino.



En este caso, nos encontramos de nuevo, con uno de los más prestigiosos enólogos de nuestro país, Ignacio de Miguel, al cual ya nos hemos referido en algún que otro reportaje de este blog.


Casa Martúe

En este vino MARTÚE 2008, el enólogo Ignacio de Miguel, realiza un coupage con cinco variedades  como son tempranillo (40%), merlot (26%), cabernet sauvignon (23%), petit verdot (6%) y syrah (5%), procedentes de las fincas propias Campo Martuela y El Casar de La Guardia de Bodegas Martúe en Toledo. Así, aúna la elegancia y finura de la tempranillo, la sedosidad de la merlot, la personalidad, rusticidad y capacidad de la cabernet sauvignon, los aromas inusuales de la petit verdot, y los aromas silvestres (violetas) de la syrah. Cada variedad fermenta por separado y posteriormente se procede a su coupage para, a posteriori, permanecer durante nueve meses en barricas de roble francés (70%) y americano (30%).
Bodegas Martúe tiene la calificación de Vinos de Pago desde mediados de 2009, considerándose todos sus vinos como vinos de pago del Pago Campo de La Guardia. Elabora cuatro vinos: Martúe, Martúe Especial, Martúe Syrah y el blanco fermentado en barrica Martúe Chardonnay. Además, el Grupo cuenta con otras dos bodegas, una en Rueda llamada Viñedos de Nieva, y otra en el extranjero, en el Douro portugués con el nombre de Seis Quintas.


Fausto González, viticultor y propietario
de Bodegas Martúe.
Qué más puedo contaros de esta bodega. Que fue fundada en el 2002 con la experiencia de Fausto González, viticultor y amante de lo que hace, aunque los comienzos de esta historia comenzaron allá por 1990 cuando fueron plantadas en la finca Campo Martuela la cabernet sauvignon en primer lugar, seguida de la merlot, syrah, tempranillo y petit verdot. Diez años después se plantaron en la finca El Casar las mismas, sumándoles la malbec y la chardonnay. Así que, siendo viñedos jóvenes (apenas 20 años) y viendo los buenos resultados de sus vinos, hay muchas esperanzas en el aumento de calidad de sus uvas, y por consecuencia, de sus vinos. La casa de Martúe se terminó de construir en el 2002, siendo esta, el centro y alma de la finca, en torno a la cual gira este gran e ilusionante proyecto.
Para la realización de la cata en mi “mesa-taller”, decido abrir la botella con bastante tiempo de antelación (1 hora aprox.) para evitar los aromas de reducción en botella (herméticos), ya que es de la cosecha del 2008 y estamos en el 2011.

MARTÚE 2008
·         Bodega: Martúe.
·         Zona: Pago Campo de La Guardia de Toledo (Castilla La Mancha).
·         Tipo de vino: Tinto crianza.
·         Meses en barrica: 9 meses en barricas de roble francés y americano.
·         Variedades: Tempranillo, merlot, cabernet sauvignon, petit verdot y syrah.
·         % alcohol: 14,5%.
·         Precio aprox.: 6€.
·         www.martue.com
·         Punt. Personal (0-100): 87 ptos.



Empezamos con el análisis visual de este vino, que se presenta con color rojo picota rodeado de ribete ladrillo oscuro. Su capa es alta y posee una densidad media-alta y una lágrima gruesa que resbala por la copa con lentitud, posiblemente por el efecto de los 14,5 grados de alcohol.
En nariz, aparecen notas agradables y golosas, con una intensidad medio-alta de perfumes, que nos recuerdan a la fruta roja y negra, al melocotón rojo, violetas, tinta china, grafito y ceniza, junto con una tímida vainilla aportada por la madera. Agudizando el olfato, aparecen lejanamente aromas a regaliz negro.
Entrada en boca suave y de paso ligero, con una acidez neutra, cuerpo presente pero no pesado, con taninos pulidos y amables al principio y con el tiempo algo secantes (¿alguna madera nueva?). Por vía retronasal aparecen aromas de fruta roja (fresones pasados) con un recuerdo final algo verde, posiblemente el pimiento verde de la cabernet sauvignon. La persistencia aromática se transmite en forma de fruta, tinta china y notas herbáceas.

El mejor maridaje para este vino será algo acorde a su filosofía, y qué mejor que lo representado en su etiqueta: Una obra interpretada con un contrabajo. Es el instrumento musical representado en la etiqueta para esta añada del 2008, una delicia para todos los sentidos, incluidos los oídos. He encontrado un ejemplo que le puede ir bien: Una obra de Ludwig Streicher. ¡Fabuloso!

                           




                         

¡¡Salud para todos y hasta la próxima!!

jueves, 1 de septiembre de 2011

TSANTALIS RETSINA, el vino de los dioses.


La historia del hombre y de la humanidad siempre ha estado ligada al vino. Ha sido alimento y hombro de compañía del hombre desde su cultivo en las llanuras entre el Tigris y el Éufrates, en Mesopotamia, hasta nuestros días. Después de los egipcios, Grecia fue la gran potencia vinícola de Occidente, mimando a la vid y creando un cultivo especializado, ante la gran demanda del país. Tenían la costumbre de añadirle al vino aromas y especies como la miel, el agua de mar y la resina de los pinos, para mitigar las deficiencias organolépticas del mismo.


De la resina vamos a hablar. Estos griegos, o mejor dicho sus antepasados, utilizaban ánforas con una decoración artística como recipiente para el vino, pero este se oxidaba rápidamente y se echaba a perder al estar en contacto continuo con el aire. Así que, decidieron utilizar un tapón de resina de pino de Alepo (pasta compuesta de yeso y resina) para taparlas y mantener el vino durante más tiempo, a la vez que enmascaraban el sabor superácido del vino de aquella época. La característica principal de estos vinos de retsina, es su inconfundible aroma a resina de pino, pudiendo encontrarnos tanto con vinos blancos como rosados. Después de la utilización de los barriles de madera por los romanos como recipientes de los vinos, los griegos, como si les quisieran llevar la contraria, siguieron utilizando la resina como conservador y aroma característico, añadiendo resina durante la fermentación o envejeciendo sus vinos en barricas de madera con resina. Llegaron a pensar que los vinos envejecían gracias a la resina, siendo hoy en día, una bebida muy popular en Grecia.
Este tipo de vinos suele ser ligero, muy fresco y fácil de beber, y hace muy buena pareja con comidas picantes, debido a su sabor y aromas especiados, aunque también acompaña fabulosamente a platos de pescado y marisco.
Su principal característica es su intenso perfume a resina de pino, otorgándole al vino de una gran personalidad y fuerte carácter. Es un vino diferente, por lo que no es del agrado de todo el público, tachándolo incluso de desagradable.



TSANTALI RETSINA
·         Bodega: Evangelos Tsantalis S.A.
·         Zona: D.O. Retsina (Grecia).
·         Tipo de vino: Blanco crianza.
·         Meses en barrica: (¿?)
·         Variedades: Savatiana.
·         % alcohol: 11,5%.
·         Precio aprox.: 4€.
·         Punt. Personal (0-100): 58 ptos.

En copa, apreciamos un bonito color amarillo pajizo con destellos dorados, signo de una evolución del vino tanto en barrica como en botella. Totalmente limpio y cristalino, y de densidad baja.
Nariz agradable, pero distinta. Sobresale con gran intensidad, pero sin ser molesto, el aroma resinoso proveniente de la crianza en barrica de pino, como si estuviéramos paseando por un camino estrecho de pinos en pleno invierno, justo después de una gran lluvia. Al mover la copa, aparecen en segundo plano el limón verde, la madera nueva, y toques especiados de pimienta blanca y nuez moscada. Resumiendo, en nariz predominan los aromas balsámicos – herbáceos y los especiados.
En boca, nos encontramos un vino con falta de cuerpo, con poco peso. Una acidez bien controlada, con paso ligero, fácil de beber. Es refrescante y nos deja un post-gusto cítrico, después de la resina de pino que nos marcó tanto la nariz anteriormente.
Es una experiencia nueva, que al fin y al cabo, es lo que yo siempre busco para romper con la monotonía de hoy en día, porque siempre debemos buscar ese huequecito para romper con tal rutina, y qué mejor que con una buena copa de vino en la mano.
¡Debemos abrir la mente para probar cosas nuevas, porque en los descubrimientos está nuestro futuro!
Qué mejor forma de terminar con este reportaje, que con una frase de uno de los grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad llamado Eurípides:
                                              “Donde no hay vino no hay amor”
Salud y hasta pronto…