Que las tierras de Cádiz dan excelentes vinos dulces no es un secreto. Son los que proceden principalmente del Marco de Jerez, mundialmente conocidos, creams, pale creams, médiums, Pedro Ximenez, moscateles… llamados dulces naturales o generosos de licor, procedentes únicamente de variedades blancas. Pero la tipología del vino del que os voy a hablar, el tinto dulce, es casi inexistente por estas tierras. No recuerdo, ahora mismo, ningún vino tinto dulce elaborado por una bodega de la provincia gaditana, a excepción de uno de la bodega de Arcos de la Frontera, llamada Bodegas Regantío, que con su Tinto Dulce Alberite 2009 añade otra “especie” a los Vinos de la Tierra de Cádiz.
Como recordatorio histórico, el “tinto dulce” surgió en el levante español, más concretamente en Alicante, con el nombre de Fondillón a partir de la tradicional uva local monastrell asoleadas sobre cañizos durante dos o tres días. Como anécdota, se dice que este vino fue el primero que dio la vuelta al mundo en el interior de las naves elegidas para el descubrimiento de América. Actualmente, junto con el maravilloso Fondillón, existen en España tintos dulces en el Priorato, el Ampurdán, Valencia, Requena, Jumilla, Yecla, Almería, Tenerife, Madrid, y otros puntos del mapa español. Internacionalmente son muy famosos los de Oporto, Sur de Francia, Austria, Rumanía, la Isla de Elba y la Toscana italiana, por nombrar algunos.
Tratando el vino que nos toca, se trata de un vendimia tardía de fermentación natural, y aquí tenemos la explicación de cómo se consigue este dulce. Gracias a que las uvas se vendimian dos o tres meses más tarde, se consigue una sobremaduración de las mismas, aportando un plus de azúcares que, dependiendo de la valoración del enólogo, dejará como azúcar residual (125grs/litro aprox.) en la fase fermentativa, obteniendo así un vino tinto dulce. Este en concreto, está elaborado con las variedades cabernet sauvignon, tempranillo, syrah y merlot, consiguiendo un caldo estructurado y complejo, que puede cerrar muy bien una comida como postre. Su nombre “Alberite”, proviene del nombre de la carretera en dónde se encuentra la Bodega Regantío que une las localidades gaditanas de Arcos y Villamartín, cercana al yacimiento arqueológico dónde se encuentra un dolmen, siendo también el nombre de un pueblo riojano próximo a Logroño con una larga tradición vinícola.
En cuanto a la bodega, os puedo contar que fue la primera que sacó al mercado un vino tinto en Andalucía con su “Regantío Viejo”, dejando constancia de su afán innovador en tierra de generosos. Es una bodega familiar que siempre busca la calidad en todo lo que hace, superándose año tras año, para ofrecernos la diversidad y generosidad de sus terroirs. Están metidos de lleno en un proyecto gastronómico para ofrecernos la posibilidad de celebrar en un salón para más de 400 personas bodas, comuniones, bautizos, comidas de empresas, etc.; o también un restaurante con comida variada de la zona, o cursos de cata de vinos para iniciados.
Cuando probé este vino por primera vez el año pasado en la II Muestra de Vinos Tintos de la Provincia de Cádiz celebrada en El Puerto de Santa María (Cádiz), me trasladó rápidamente al levante español, recordándome a esos concentrados y robustos tintos dulces con aires mediterráneos de esas cálidas tierras, elaborados únicamente con la autóctona monastrell, para mí la variedad idónea para esta tipología de vino. Son vinos intensos en las tres fases del análisis (vista, olfato y gusto), dónde la fruta es la protagonista principal, y los actores secundarios pasan casi desapercibidos, sólo detectados ahondando muy profundamente en la complejidad intrínseca del vino.
Cata personal de este tinto Alberite 2009:
Desde el principio llama la atención su botella, con una capacidad de 50 cl. y un diseño inusual con un cuello muy largo, parecido a algunas de orujo o aguardiente. Su vestido es precioso, serio, de color rojo cardenalicio brillante pero no muy cubierto, aunque algo denso, dejando lágrimas remolonas cayendo por el cristal de la copa.
Nariz de marcado carácter frutal, más concretamente de mermelada de fresones y arándanos, compleja en aromas primarios (los de la uva) de frutos negros del bosque (ciruelas negras) y recuerdos de hollejo post-maceración. Expresa la esencia de la uva, concentrado, meloso.
En boca es sedoso, sabroso, dulce, carnoso, frutoso, untuoso, algo cálido por sus 16 grados de alcohol, concentrado, tánico y persistente, dejándonos un final en boca parecido al sabor de un caramelo de moras y al cacao negro amargo.
Es un vino que puede tener mucho público por su expresión amable y dulzona, pero no es muy conocido. Es como ya lo denominé anteriormente en otra entrada el “vino chuchería de Bodegas Regantío”, y a un precio imbatible, en torno a los 6€.
Tiene la habilidad de poder consumirse a lo largo de todas las estaciones del año. En verano, un poco más fresquito de lo normal (en torno a los 9 grados) como postre después de una comida ligera; en invierno (a unos 13 grados) románticamente con tu pareja junto a una chimenea para entrar en calor. O para los que les gusta arriesgar, en maridajes con platos complejos, como por ejemplo jabalí o ciervo con salsa de arándanos, o con quesos cremosos o azules dónde se podría conseguir la armonía perfecta. Todo es cuestión de gustos y opiniones.
Pues si te digo la verdad, amigo Juanma, no soy yo muy de Tintos Dulces...Más bien diría que cuando quiero un tinto, me bebo un tinto, y cuando quiero un dulce, me bebo un dulce. Ah, y cuando quiero tintilla bebo tintilla...je, je!!
ResponderEliminarSaludos.
Buena opción Guillermo, pero siempre hay que estar abierto a todo tipo de vinos, para poder valorarlos y compararlos. Hay que probar amigo. Yo personalmente, no suelo repetir en la elección de vinos, me gusta ir cambiando para tener "más mundo recorrido" enológicamente hablando, claro.
ResponderEliminarUn abrazo Guillermo!!